No te estés tibia ni amedrentada.
Bebe de la fuerza de los ciclones
y muéstrate tan luminosa
como el volcán del amor...
Era una criatura hermosísima, como yo no la había visto jamás sino en mis sueños de adolescente, cuando los primeros estremecimientos de la pubertad me causaban, al caer la tarde, vagas tristezas y anhelos indefinibles.